Con esta nota de mi querido amigo, Eugenio Previgliano, damos apertura a lo que podríamos considerar como colaboraciones en el recuerdo. Todos los que hemos pasado por Universitario, seguramente, tenemos entre las cosas más queridas, algunas fotografías u objetos que indican un momento particular de nuestra institución, tanto del punto de vista deportivo como social. Recrear esos momentos es imprescindible, traerlos al presente en la
frescura de aquellos años es algo del más íntimo afecto para compartir. Que nadie dude en compartir esas ¨perlitas¨ de otros años para que, entre todos, podamos armar la gran memoria del Club Universitario de Rosario.
El año sesenta y nueve del siglo pasado fue, desde muchos ángulos categoriales, un año excepcional. Inaugurando una serie de eventos mundiales, toda la humanidad vio al alunizaje de Neil Armstrong y Edwin Aldrin; en distintos puntos del globo arrancan movimientos contra el sojuzgamiento de los pueblos, la guerra y una nueva visión de la vida encuadrada en ciertos vientos libertarios.
En nuestro país cursábamos el tercer año de la dictadura de Juan C. Onganía, un personaje excéntrico que había hecho apalear a los profesores universitarios de la UBA y disfrutaba de pasearse en una carroza tirada por varios caballos bajo los aplausos de un distinguido grupo de señoras y señores en la Sociedad Rural de Palermo.
En nuestra región se inauguraba el túnel subfluvial, pero ya no estaban los gobernadores tan ingeniosos como democráticos que lo habían impulsado, en su lugar había dos interventores enviados por la dictadura desde Buenos Aires.
En Rosario el otoño y el invierno fueron bastante atípicos, fundamentalmente por el estado de movilización que reinaba, antes y después del Rosariazo de Mayo.
Pero para nosotros, en este barrio, la novedad más novedosa y más importante y lo que realmente habría de cambiarnos la vida y renovar el mundo, fue la inauguración de la pileta del Club Universitario.
Se había discutido durante mucho tiempo la oportunidad y posibilidades de llevar adelante esta obra, y finalmente primó la idea de la pileta, concebida no sólo como un espacio de interacción social, o para la práctica de la natación, sino para tener un espacio de localía en el Waterpolo.
Hay que saber que aún cuando el club no había tenido nunca antes una pileta de natación, ya que la de la quinta, siempre con sus aguas frías, ni se asomaba a esta categoría, sí había tenido un equipo de Waterpolo que, aún sin pileta, tenía ya una trayectoria bastante honrosa.
Juan Carlos “Bolita” Castagnino (padre) junto a otros no menos entusiastas veteranos del Waterpolo de Uni dieron un impulso extraordinario al nuevo proyecto y, al principio del verano, florecidos los jacarandás de la avenida de Enlace, se inauguró la pileta.
Para los chicos del barrio fue una atracción incontenible, y muchas familias del vecindario se hicieron socias, para disfrutar de la pileta.
A las seis o siete de la tarde, empezaban las actividades de los waterpolistas en Uni. Grandes y chicos jugábamos cada quien a su turno. Hay que recordar que, en esta época, todos jugábamos a todo, se tratase de Bádminton, Waterpolo o Monte criollo y, en ninguno de estos deportes éramos muy suaves, ya que nuestra matriz era el Rugby.
En la temporada 69-70 participamos del Torneo de la Federación rosarina de natación y en la copa Figuerola, con una actuación más bien deslucida, pero la temporada siguiente, al menos los cadetes, ya tuvimos un entrenador que tenía una brillante trayectoria y empezamos a entrenar duro, consiguiendo una muy buena performance tanto en el torneo local, como en la Copa Rivarola, organizada entonces por el CAF, e incluso en amistosos y torneos con clubes de todo el país.