Por aquellos años del trentipico la Esgrima de nuestro club florecía. Entre los nombres que llevaban adelante este hermoso deporte estaba Esteban Ocaña, como Capitán general de la disciplina, acompañado, como colaboradores, por el Dr. José Carbó Grau y el gran Manuel Torrente. Y, según la revista “Universitarios”, de la época, como asiduos concurrentes a la Sala de Esgrima estaban Vergara Oroño, Carlos Calvo, Cuesta Yañez, Ferrería, Enrique López y Costa Auzqui.

Tal era el predicamento que la Esgrima alcanzaba en esos días y la atracción que causaba en el asociado, que el Campeón Mundial de Espada de Terreno, el Barón Lancia de Brolo, llegó a la Argentina procedente de su país natal, Italia, a realizar distintos enfrentamientos con avezados esgrimistas (duelistas) de la época. Estos duelistas eran especialistas de esta modalidad que se llevaba a cabo con espada de punta, filo y contrafilo, a pecho descubierto y sin careta. Es así que el Barón, propuso organizar una exhibición en las instalaciones de nuestra Institución enfrentando al muy renombrado duelista argentino, Héctor Miraglia.

El Barón de Brolo, había concertado encuentros en Buenos Aires y otras ciudades del país, entre las que se encontraba Rosario, en defensa de su teoría. Esta teoría expresaba que la Espada en sí, con punta, constituía la expresión máxima del honor y de la caballerosidad y que su manejo exaltaba funciones psicológicas ocultas y poco conocidas.

Por esos tiempos y desde el punto de vista de la competencia, el mencionado Manuel Torrente, Campeón Rosarino de la modalidad de florete, obtuvo la clasificación para los Juegos Olímpicos de 1932. Y es así que, en los salones de Universitario, se realizó un banquete para agasajar al mencionado Manolo, con motivo de haber logrado aquella hazaña. Sin embargo, no pudo participar en esa edición de los Juegos Olímpicos, que tuvieron lugar en Los Ángeles: el gobierno de Agustín P. Justo había tomado la decisión de reducir al máximo el presupuesto destinado a la representación argentina, aduciendo las dificultades económicas generadas por la crisis de 1929. Y tan es así que, durante el desarrollo de los Juegos mismos, surgió un conflicto entre los deportistas y las autoridades argentinas debido a la falta del envío de fondos para afrontar los gastos de entrenamiento, transporte y estadía. Alberto Zorrilla, abanderado de la delegación, asumió el papel de vocero de los deportistas y ante la falta de respuestas, decidió excluirse del equipo argentino y no se presentó para competir en la prueba de 400 metros libres. Informándose, oficialmente, que Zorrilla estaba enfermo. De todas maneras, Manuel Torrente, sí pudo integrar el Equipo Olímpico de Esgrima que tomó parte en los Juegos de Berlín en 1936 y Londres en 1948.